jueves, 28 de mayo de 2015

De ella

Porque debería contar como habilidad musical...
Nada me gusta más que despertar antes que tú.
Estás dormido; junto a mí, desnudo como deberíamos dormir siempre. Me muevo un poco y jalo tu cuerpo hacia mí, tu cuerpo reacciona impulsándote también.
Primero me acarician tus dedos, me penetran con un ritmo de ave y viento; uno, dos, tres, me recorren por dentro. La sutil humedad inicial pronto se vuelve lluvia constante y tibia acompañada de un estremecimiento desesperado. Me penetras, es ese momento en el que cada suspiro de cada noche sin ti cobra sentido en un espasmo.
Dentro de mí hace tanto calor que puedo sentir cómo te quema mientras me acaricias desde adentro.
Tu barbilla se clava en mi cuello, nuestras piernas se hacen un nudo, mis brazos te absorben, de pronto ya no sé dónde terminas tú y empiezo yo. Tus brazos se vuelven alas de un ave que, erráticas, no alcanzan a levantar el vuelo.
Entre nuestros cuerpos no queda espacio, éstos lo ocupan todo, hacen su propio espacio, el vacío es todo lo que nos rodea. Con nuestros cuerpos empezamos un baile sin música y en horizontal. El sudor nos hace resbalar y caer y caer en un ritmo de jadeos ya casi incontrolables; pero esa sensación de caída es un vértigo compartido donde ambos nos precipitamos. Me haces sentir como me hubieras penetrado hasta llegar al alma. Me siento dentro de ti y nada más importa. Te empujo, te presiono, me aprisionas contra ti; y no podría sentirte más mío, pero esa sensación no es de posesión,
sino de pertenencia,
y es recíproca.
Puedo estar dentro de ti, y tú en mi corazón, pero nunca puedo sentirte completamente mío, entonces te beso: no hay intimidad más profunda y plena que la del beso antes del orgasmo. Y luego… el vacío, el grito ya no contenido sino mudo, el fuego desatado por ambos se convierte en un segundo sol que ilumina desde dentro. Todos tus músculos se contraen involuntariamente, ha llegado el orgasmo.
Entonces, nuestros cuerpos quedan en silencio, sólo un dejo de respiración agitada, las piernas temblorosas, y nuestro sudor cubriendo nuestros cuerpos.
Te abrazo y te miro, con la actitud de quien mira a su presa,
pero sabiéndome vulnerable desde que escuché pronunciar mi nombre de los labios de un hombre en medio de un orgasmo.
Autor: D.S

No hay comentarios:

Publicar un comentario